Los factores que concurren a formar la personalidad de un gato son diversos.
Nada gusta más que un gatito sociable, cariñoso, participativo. Un gatito que, cuando alguien nos visita, pueda tomarlo en brazos y dejarlo en el regazo, sin que salga corriendo.
Cuando nos suceden estas cosas no podemos menos que sentir un dejo de orgullo ante las inevitables alabanzas sobre lo simpático que es el cachorrito. Ni qué decir de cuando, como criadores, lo estamos ofreciendo a un posible comprador, a quien nuestro pequeño debe enamorar prácticamente a primera vista.
Sin embargo, muchas veces sucede lo contrario ante nuestra desazón e impotencia, tratando de dar explicaciones del tipo “es porque no los conoce….”
Lo cierto es que los factores que concurren a formar la personalidad de un gato son diversos.
En primer lugar, el gatito que recogemos de la calle tiende a ser cauto en forma natural. Son generaciones de huir de los humanos, de soportar patadas, gritos y escobazos y la precaución es la más inteligente herramienta que la madre le ha transmitido genéticamente. Muchas veces para ese gatito perdido o abandonado a su suerte los humanos son culpables hasta que le demuestren lo contrario.
Pero además de esa condición que es absolutamente comprensible, hay una personalidad, una esencia que es general tanto para gatitos callejeros como para gatos de raza.
Para el criador, es fácil distinguir a los cachorros alrededor de los 45 días, si pertenecen al grupo de los que prefieren los juegos o a los que prefieren los contactos. Los primeros estarán siempre listos para jugar con un piolín o una pelotita de papel y el humano será uno de sus compañeros de juego como cualquiera de sus hermanos o hasta su madre. Los segundos son más tranquilos y son a los que les gusta estar en brazos, ronronean enseguida cuando se les masajea el lomo o se les rasca suavemente el cuello o la cabeza.
Como dijimos, es una cuestión individual que va más allá de la raza o de lo desconfiado que sea un gatito de la calle.
De todos modos, es importante inculcarle que sea sociable ya que crecerá y vivirá junto a familias humanas que lo eligen para que sea el gato de compañía que soñaron.
¿Cómo podemos ayudar al gatito arisco?
Desde chiquito es beneficioso acostumbrarlo a diversos ruidos como la aspiradora, el secador de pelo, la música, las voces de la televisión o la radio. Si lo hacemos diariamente se irá acostumbrando de manera inevitable y lentamente dejará de sobresaltarse ante el más mínimo ruido.
De igual manera el manoseo hecho por distintas personas en forma rutinaria también va a colaborar con la socialización. ¡Pero ojo! No perdamos de vista que el gato es un ser muy obcecado y si tiene esa personalidad “lúdica” que demuestra desde chico, nunca será el gato mimoso en que pretendemos se convierta.
Podemos disfrutar de él desde los primeros meses hasta el resto de su vida compartiendo momentos, dejando que se siente a nuestro lado cuando vemos televisión o estamos frente a la computadora, podemos jugar con él durante largos ratos ya que hay muchas formas de ser compañeros sin pretender cambiarle su esencia.
Cuando crecen, si es que hemos hecho el trabajo de socializarlo con mucha paciencia y dedicación desde chico, lo más probable es que no salga corriendo y se esconda bajo la cama cuando nos visita alguien, pero quizás se mantenga alejado, mirando todo a su alrededor y participando de la reunión a su manera.
Dentro de las generalidades de las razas, hay algunas que suelen verse como más sociables que otras, aunque en realidad son más demandantes del humano. Razas como el siamés, el oriental, el cornish rex, el sphynx, el peterbald, son algunas de las más expresivas y que quizás se comuniquen mejor con los humanos. Suelen ser ideales para familias con chicos, ya que nunca se van a cansar unos de otros.
Otras razas, como la mayoría de las de pelo largo, son más tranquilas y podrían pasar por ser menos sociables o más tímidas, pero en realidad viven en una especie de “mundo interior” haciendo gala de la fama de enigmáticos y misteriosos con la que han sido muchas veces calificados.
Lo que sí debemos tener en cuenta es que si el gato que entró a nuestra vida para quedarse es naturalmente solitario y resulta evidente que no le gusta ser tomado en brazos o ser forzado de alguna manera a ser lo que nosotros queremos que sea, el estrés será el costo a pagar.
El estrés es el peor enemigo del gato y obligarlo a vivir como él no quiere es arriesgarse a provocar una situación que se cobrará un alto precio. Hay gatos a los que no les gustan los chicos, gatos que no saben convivir con otros animales y deben ser “hijos únicos”, gatos que no son naturalmente cariñosos.
Los criadores deben estar atentos a las personalidades que los cachorros muestran muy tempranamente por lo que pueden aconsejar al comprador sobre unos y otros y explicar en qué son distintos.
Y finalmente, las exposiciones de campeonato a las que muchos criadores son afectos, deben ser un ámbito reservado solamente para aquellos gatos que tienen un temperamento especialmente predispuesto. No lo tienen todos ya que es un mundo reservado para unos pocos capaces de soportar viajes, muchas horas de jaula, ser alzado, tocado, revisado por varios extraños, rodeado de ruidos y olores ajenos a los de casa, ver otros gatos, etc.
Por eso, si podemos ayudar al cachorro a ser más tolerante desde pequeño, habremos ayudado a que cuando adulto pueda compartir una vida en familia haciendo feliz a cualquier dueño y, de repente, hasta competir en una exposición pero si no, buscaremos para él o ella el hogar donde lo comprendan y respeten.
Fuente: Mundo Mascota
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